SOCIEDAD
31 de enero de 2022
Itatí Rial, una voz que se mantiene vigente: “No imagino la vida sin cantar”
Con casi 40 años de trayectoria, disfruta su etapa solista. Sus inicios. El paso por el Grupo Universitario. La experiencia con Franco De Vita. Y una afirmación: “Soy alegre y optimista por naturaleza”.
La vida del artista tiene mucho de bohemia, una buena pizca de audacia y la locura propia de quien no se aferra a un trabajo tradicional, ese que garantiza un recibo de sueldo mensual. En ocasiones son empresarios de propias carreras, microemprendedores que hacen gala de su talento para obtener un sustento, tan relativo como el criterio del que los contrata y está dispuesto a pagar, negociación mediante.
Los vaivenes de las carreras derivan en momentos en los que aquellos que se dedican full time gocen de tiempos de bonanza y otros donde pese al profesionalismo con el que la encaran, tengan que hacer malabares para parar la olla. Pero la convicción de los que “tienen con qué” está por encima de cualquier complicación. Es esa fuerza la que los lleva a trascender y capear temporales.
Itatí Rial lleva casi 40 años aferrada a su pasión. Engalanando los distintos escenarios en los que brilló, se prestó a un diálogo franco y llevadero, donde reveló sus comienzos, la forma en la que sobrellevó el furor del Grupo Universitario, detalles de su salida de la mítica banda y su actualidad, rodeada de amor y paz, manteniéndose vigente en su carrera como solista. En LA BRÚJULA 24, l “lado B” de una de las voces más queridas por los bahienses.
“Soy santafesina de nacimiento, aunque de manera circunstancial porque mi mamá viajó a tenerme tanto a mí como a mi hermana mayor que murió hace casi 30 años para estar cerca de su familia. Mi papá era de Carmen de Patagones y ambos se conocieron cuando él fue a estudiar Abogacía a la Universidad del Litoral. Una vez que se recibió, se instalaron en Vicente López”, recordó Rial, con la elegancia que siempre la caracterizó, con la que se nace y no se negocia.
Sobre su arribo a Bahía Blanca para radicarse definitivamente, indicó que “llegué a la ciudad con apenas siete años. A mi padre que, era administrativo de unos estudios, lo trasladaron por el cierre del Congreso que era su otro empleo. Le ofrecen entrar a la sede bahiense de la DGI, donde vivían mis abuelos por parte de papá que era único hijo. Mi mamá estaba de acuerdo y armaron las valijas, dejando atrás la vida en Buenos Aires y aquel inicio escolar en lo que se conocía como institución teresiana, mixta, bilingüe y donde quienes estaban al frente eran señoritas laicas dedicadas al catolicismo”.
“Lo que me quedaba de la primaria lo cursé en María Auxiliadora y toda la secundaria en el Claret. En líneas generales era buena alumna, solo me llevé una materia, geografía. Viví siempre en el Barrio Universitario y tanto a mí como a mi hermana nos inculcaron hacer actividades extra escolares, desde lo artístico hasta estudiar inglés”, resumió, instantes después de leer el menú y decidir ordenar un café negro.
Claro está que en sus genes estaba bien marcado el destino: “La música siempre estuvo presente y debo reconocer que al principio me daba mucho placer y al mismo tiempo vergüenza de que me escucharan. Luego me animé a cantar en los actos del colegio, rodeada de amigos y amigas. El hecho de haber sido catequista también despertó esa vocación al interpretar canciones en la misa con los nenes”.
“Una vez que entro en la Universidad para estudiar Ingeniería Civil, descubro que en el Club había una gran movida para comenzar a desarrollarme artísticamente. Hasta ese momento jamás pensé que iba a ser cantante, una carrera en la que llevo casi 40 años sin interrupciones. En aquel entonces no era común que una chica se incline por esa actividad y que la familia no ponga reparos, pero mis padres, que fallecieron hace seis años, apostaron por mí”, resaltó “la Rusa”, como la conocen sus íntimos.
No obstante, hubo un instante que estableció el rumbo de su vida: “Creo que el punto de inflexión fue un viaje a Monte Hermoso con Nora Miró, una amiga que me presentó a Rulo Delgado. Hicimos unos temas en la playa y me pregunta qué tenía que hacer el fin de semana próximo, le respondí que estaba de vacaciones y me ofrece cantar con él y su banda en un pub durante todo un verano. Ese fue mi comienzo formal por así decirlo en lo que se terminó transformando en mi medio de vida”.
“Llegó el mes de marzo y tomé la decisión de abandonar la carrera universitaria porque sentía que no era lo mío, por eso me puse a trabajar, primero en IACA, después en Zuntini Computación, siempre como administrativa. Hasta que en 1985 fui una de las iniciadoras del Grupo Universitario; éramos como doce integrantes que solo queríamos divertirnos. Luego se fue desmembrando hasta que quedamos cinco y empezamos a notar que a la gente le gustaba mucho lo que hacíamos, por eso nos decidimos a realizar las cosas lo más profesional posible”, añadió, durante otro tramo de la charla.
De aquella génesis, puntualizó: “Comenzamos a salir a la zona, hasta que en un momento teníamos trabajo de miércoles a domingo, tocando en distintos lugares donde nos contrataban. Creo que el punto cúlmine fue en 1987, cuando nos surgió la oportunidad de trabajar un año y medio lejos de casa, al ser contratados por una agencia austríaca. Fue por intermedio de Mario Capriotti, ex dueño del pub Daytona y que en ese entonces vivía en Austria. En una ocasión, tocamos en un lugar que se llamaba Mister Chaplin, a metros del club Liniers. Él nos filmó, se fue del país y a los 15 días me llamó por teléfono para decirme que nos querían allá”.“A mis cuatro compañeros de ese entonces los asustó un poco la idea, pero en mi caso era la que más decidida estaba en probar suerte. Tenía 24 años y quería ir, por eso empecé a insistirle al resto hasta que los convencí. Tocábamos en bares, hoteles, centros de ski y galas de lujo interpretando canciones en distintos idiomas e incorporando un repertorio nuevo porque lo que llegaba a Argentina estaba desactualizado”, aclaró Rial, con relación al poco tiempo que tuvieron para prepararse para irrumpir en la escena del Viejo Continente.
La aventura tuvo fecha de vencimiento, consensuada entre los miembros de la banda: “Decidimos pegar la vuelta al país porque extrañábamos mucho, más allá de que al principio nos sentíamos raros. Ahí fue clave el cariño de la gente que hizo que uno no se arrepienta de haber vivido semejante experiencia. A tal punto que la pandemia truncó mi proyecto de volver a probar suerte en el exterior, aprovechando que hoy es más sencillo enviar material a diferencia de aquel entonces donde grabar un casete o VHS era toda una aventura.”
“En 1997 se fueron dos integrantes más y quedamos solo tres, trabajando sobre pistas, algo que recién empezaba a popularizarse a partir de los avances tecnológicos de la época. Cuando aún no había muchas posibilidades de perfeccionarse, conseguí estudiar muchos años con una profesora particular del Conservatorio que daba clases de técnica vocal y fue ella la que me insistió para que dicte clases de canto. Al principio no me quería admitir como su alumna porque, con mucha razón, pretendía educar mi voz pero para eso debía dejar de cantar, algo imposible porque se trataba de mi trabajo”, agregó.
Respecto a ese tiempo que jamás olvidará, expresó su agradecimiento: “Fueron 25 años inolvidables en mi vida, me siento una privilegiada de Mercedes Sosa, Leon Gieco, Los Pericos, Alejandro Lerner, Soledad, entre otros es algo que me voy a llevar para siempre en mi memoria. Y eso lo pude replicar incluso en mi etapa de solista, a partir de 2010 donde hasta canté con Franco De Vita”.
Abrirme del Grupo Universitario fue una decisión muy meditada, sentía que había cumplido una etapa y estaba en un lugar donde no tenía nada más que hacer. Cuando uno forma parte de un conjunto no se puede cortar solo, pero al mismo tiempo tenía ganas de hacer otras cosas y cantar temas diferentes. Yo apuntaba para un lado y mis otros dos compañeros tenían otras ideas, por eso tomé la determinación de irme, avisando casi con dos años de antelación porque la decisión estaba tomada”, resumió, con relación a uno de los pasos más pensados que dio en su carrera artística.
A tal punto llegó el nivel de la banda que a Rial le insumía una gran labor: “En el Grupo Universitario nunca tuvimos representante, fui manager, vendía los shows, hacía las publicidades y me encargaba de todo lo que rodeaba a las presentaciones. Muchas veces la gente me pidió que vuelva al Grupo Universitario, pero ya está. Apenas me aparté de la banda tenía la idea de parar un poco, reorganizarme y arrancar con todo. Pero no pude porque a los 15 días ya estaba arriba de un escenario, con un repertorio que incluía temas que me gustaban, dejando de hacer otros que no quería”. “Nunca había hecho una canción de Valeria Lynch o Paloma San Basilio y me saqué el gusto de poder hacerlo ya en mi etapa solista. Con el resto de los miembros de la banda (Daniel Arrúa y Mario Jarque, con quien estuvo casada y posteriormente divorciada, pese a lo cual siguieron trabajando juntos) no hablé nunca más, ni siquiera los crucé por la calle pese a que vivimos en la misma ciudad. Por mi parte tengo muy en claro de que no se va a dar una nueva reunión de la formación, es imposible que eso ocurra”, refirió.
Y lo argumentó tajantemente, enfocada en sus objetivos: “Hoy me siento muy bien, soy una persona muy alegre y optimista, no miro para los costados, me enfoco en el futuro. Uno no le puede gustar a todo el mundo y eso es obvio, pero nadie puede decir que nunca respeté el trabajo y el profesionalismo. El respeto que me manifiesta la gente es lo más grande que me puede pasar”.
“Después de separarme estuve ocho años sola, hasta que conocí a Marcelo, mi actual pareja, con quien llevo 15 años. Es de fierro, me acompaña en todo y siempre me alentó, incluso en el momento en el que decidí terminar mi etapa en el Grupo Universitario. No es fácil para la persona que está al lado bancarse la vida de un artista, no hay rutinas, no existen los fines de semana y en la semana una arma su agenda, en especial con las clases de canto”, mencionó Itatí, bebiendo el último sorbo de su pocillo.No tuvo hijos, pero ese aspecto que para muchas mujeres puede significar una verdadera realización personal, a ella no la inquieta en lo más mínimo: “En su momento, cuando planifiqué ser madre no se dio, incluso me hice estudios y estaba todo en orden, pero después cuando vas creciendo te das cuenta que no era para mí y lo dejás de sentir como una carga o cuenta pendiente”.
Hoy doy clases de canto particulares e individuales, tengo alumnos de hace muchos años y somos como una familia, con los cuales hacemos dos fiestas al año en un salón para que los que quieren interpreten sus temas, sin presiones. El objetivo del evento es que se conozcan porque al no dictar talleres grupales, nunca se vieron. Es una excusa para divertirse, comer algo rico y escuchar buena música”, manifestó, sobre el presente.
Itatí también abordó la forma en la que encara la docencia, uno de los motores que mantiene jovial su espíritu: “Cuando uno enseña, la técnica es la misma, después cada género tiene sus particularidades al momento de interpretarlos. Hoy la música se ve invadida por ritmos como el trap que con el paso del tiempo cuando pasa la novedad se acomodan como el resto de las variantes” A tal punto que se animó a ponderar a una artista actual: “Me gusta Nicki Nicole porque hace versiones modernas pero más melodiosas, mezclando algo de música disco y tecno que me resulta agradable al oído. El problema radica cuando se subestima a la gente y alguien cree que por el simple hecho de abrir la boca se puede cantar, aunque luego el tiempo los pone en su lugar. Sin embargo, pienso que el éxito es irrefutable, nadie puede cuestionarlo”.
“Soy muy abierta, me divierte incursionar en géneros juveniles, por eso suelo grabar varios temas enganchaditos que me entretienen. No me imagino sin cantar, la música me ayudó, fue mi soporte y sostén porque en varias oportunidades me subí a un escenario con grandes dolores en el alma y el hecho de interpretar un tema termina siendo una terapia sanadora”, aseguró sobre el epílogo de la charla.
Para el final, destacó que “pese a lo que muchos pueden pensar, no estoy en mi casa constantemente escuchando música, solo me detengo a oir algunos temas puntuales en determinados momentos porque después de un día entero ensayando o dando clases, lo que quiero es silencio. Todo lo que está vinculado con el arte, hasta cocinar, ayuda un montón a sobrellevar los avatares de la vida”.
Su poder de resiliencia como profesional logró derribar las barreras del tiempo, las mismas que dejan en el camino a tantos colegas que apagaron el micrófono y quedaron en el ostracismo, de un paso efímero. Itatí es una luchadora, verdadera sobreviviente de las batallas que libra el paso del tiempo para un cantante. Y eso es todo mérito suyo.
Leandro Grecco / [email protected]
Instagram: @leandro.grecco – Twitter: @leandrogrecco
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