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ECONOMIA

30 de abril de 2019

Difícil ver el techo

La apertura del mercado chino para la carne de cerdo argentina es una noticia de altísimo impacto. Así lo entendió el presidente Mauricio Macri

 quien se trasladó a uno de los más importantes frigoríficos de cerdos del país (Pompeya, en Marcos Paz, a 50 km de Buenos Aires) para hacer el anuncio.

Algunos tomaron el hecho como un acto de campaña, remedando las caricaturescas inauguraciones de canillas o pelopinchos, usuales en la era K cuando arreciaban los dislates. Sumido en una profunda crisis política, es perdonable que se enmarque el hecho en la necesidad, por parte de Macri, de dar una buena noticia.

Bueno, lo es. China está en una situación desesperante en materia de abastecimiento de carne porcina. Es la principal fuente de proteínas animales, con un consumo de 50 millones de toneladas por año, para lo cual sacrifica 700 millones de capones por año. Es la mitad de la demanda mundial de cerdos. Hace 30 años no movía la aguja. Estados Unidos produce 10 millones de toneladas y todos los países de la Unión Europea juntos apenas superan las 22 millones de toneladas.

Conviene recordar que nuestro país produce 2 millones de toneladas de carne vacuna. Es decir, el negocio de cerdos en China es 25 veces más grande que el de la carne vacuna en la Argentina, donde ya sabemos lo que significa.

En nuestro newsletter de la semana pasada, y en Clarín Rural del último sábado, remarcamos el sacudón que atraviesan los mercados agrícolas como consecuencia, precisamente, de lo que pasa con los cerdos chinos. La aparición de brotes de fiebre porcina africana, una enfermedad deletérea para la actividad, puso el grito de alerta hace un año. La peste no afecta a los seres humanos, pero diezma los planteles. No hay vacuna, y para detenerla hay que apelar al sacrificio. No hay cifras fehacientes, pero el prestigioso Rabobank de Países Bajos, una institución en materia de agroindustria y proteínas animales, sostiene que el stock de cerdos en china se va a achicar un 30%.

Esto tiene impacto en el principal complejo de exportación de la Argentina, el de la agroindustria sojera. La soja es la principal fuente de proteína para la alimentación de cerdos. El crecimiento de las importaciones chinas fue a la par de la expansión de su stock de cerdos. Desde que se desencadenó la crisis sanitaria, la demanda derivada fue perdiendo viento y no levanta cabeza. Pero como contraparte, los precios del cerdo en China se dispararon.

Y también en los Estados Unidos, donde se encontraron con un regalo inesperado: la carne de cerdo no cayó en la volteada del conflicto comercial con China. Como se recordará, el gobierno liderado por Xi Jingping impuso aranceles de importación del 25% a la soja estadounidense y la dejó totalmente afuera del mercado. Esto produjo un derrumbe de la cotización en Chicago, con lo que se favoreció a los consumidores locales de proteínas animales. Y ahora aparece la demanda china de carne de cerdo.

En este contexto se opera la apertura para la carne porcina argentina. Gran triunfo del gobierno hoy vapuleado por la crisis. Cancillería, con el embajador Diego Guelar, Agricultura, cuyo titular Luis Miguel Etchevehere puso el gancho final a una gestión iniciada por Ricardo Buryaile, Marisa Bircher y Ricardo Negri, hoy titular del indispensable Senasa.

El cerdo es soja y maíz en cuatro patas. No somos grandes consumidores, aunque la demanda interna viene creciendo. La mayor tribulación del sector, en el país, era la amenaza del ingreso de cerdos brasileños. Ahora estamos frente a un giro copernicano: los chinos no quieren depender de Estados Unidos, Brasil es un gran proveedor y con los deberes hechos, pero la Argentina es para China un proveedor de enorme potencial. 

Es una tremenda oportunidad, remarcando la visión de quienes vienen apostando a la actividad sin hacer barullo. Difícil ver el techo de un mercado que por sí solo factura medio PBI argentino.Contamos con enormes volúmenes de maíz y soja que pueden encontrar un escalón indispensable en la cascada de valor. Valor agregado, inversiones en el interior. Empleo, donde hace falta. Pura ganancia. Fuente HÉCTOR HUERGO[email protected]

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