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SALUD

13 de octubre de 2018

María Mater”: un avanzado centro de diagnóstico por imágenes

Adriana García creó y lleva adelante “María Mater”, un centro de alta complejidad dedicado al diagnóstico por imágenes. Basado en la calidez de atención y en la última tecnología, el emprendimiento atiende a más de dos mil pacientes por mes.

Bombero, bailarina, mecánico, Presidenta, arquitecta, astronauta. Es habitual que durante la niñez las respuestas ante la clásica pregunta ‘¿qué vas a hacer cuando seas grande?’, encuentren las más variadas profesiones y oficios. Y a los 5 años, Adriana empezó a decir que su futuro ya estaba muy claro: “quiero ser médica”.
Adriana García tiene hoy 61 años y aquél anuncio que ella le hacía a quién se acercaba a charlar se cristalizó con el obvio paso del tiempo pero también con mucho sacrificio. Desde Luan Toro a la Universidad de La Plata. Del hospital Lucio Molas al centro de alta complejidad propio. Un largo camino marcado por la dedicación, el profesionalismo y las ganas de “ofrecer un servicio”.
“Fui la primera universitaria de mi familia. Somos de Luan Toro y mi papá tenía un almacén de ramos generales y mi mamá era la directora de la escuela. A los seis años me enviaron como pupila al María Auxiliadora de Santa Rosa y ya en esa época decía que quería estudiar Medicina, fue algo que dije desde la infancia y afortunadamente lo pude cumplir”, cuenta Adriana en su impecablemente blanca oficina del no menos impecable y blanco edificio de “María Mater”, el centro de alta complejidad santarroseño que abrió en diciembre del año pasado.
Allí se realiza un variado abanico de diagnósticos por imágenes: mamografía digital, ecografías, radiología digital, densitometría ósea, radiología digital odontológica. Un servicio que combina la más alta tecnología con una dedicada calidez humana.
“En el ’74 pude irme a La Plata a estudiar, con un enorme sacrificio y en una etapa durísima porque vino el golpe de Estado y fue muy complicado todo ese momento. En seis años hice la carrera y en tres años la especialización en diagnóstico por imágenes. Vine a Santa Rosa y fui jefa del servicio en el hospital Molas. Después de un tiempo renuncié por razones personales y me fui a Buenos Aires a hacer lo mismo pero en pediatría”, contó Adriana.
La atención en pediatría que también hizo en el hospital público santarroseño generó “una cadena” porque en el Molas “atendía muchos chicos que venían del sector privado. Yo tenía un ecógrafo y se fue dando naturalmente. Cuando uno siembra en otros lugares eso después se mantiene y se multiplica. Y eso fue lo que pasó cuando en el ’97 abrí mi propio lugar acá enfrente, en una casita chica”, resalta Adriana mientras señala “ahí enfrente” a la casa de Rivadavia casi Alem, la zona donde hace más de 20 años desarrolla, con distintas mudanzas, esa profesión que abrazó cuando apenas aprendía a escribir, sumar y restar.
Respaldo necesario.
La intención de Adriana cuando abrió la “casita” era hacer pediatría. Contaba con un equipo de rayos y con un ecógrafo, “pero el mercado era muy chico”. Era el momento para que el emprendimiento se expandiera.
“Compré otro ecógrafo, un densitómetro y un mamógrafo; mucho gracias a mi esfuerzo personal y también gracias al Banco de La Pampa, que a mí me ayudó mucho. No con grandes sumas pero sí sin burocracia, pedía un préstamo y era sí o no, sin vueltas. Después depende la prolijidad de una: si te dan plata para un ecógrafo no te compres un auto. Esos créditos para emprendedores me dieron un gran empujón, y con la mayor austeridad posible y con una meta clara llegué a cumplir lo que quería. La verdad, hoy todavía no puedo creer este edificio, fue una inversión y una dedicación enorme”, dice Adriana mientras que en la misma sala escucha quien hoy es su mano derecha en María Mater: Ana Clara (37).
Madre e hija trabajan cada día junto a tres médicos, seis técnicas, seis administrativas y dos encargadas de maestranza. Por María Mater pasan unas 130 personas por día, más de 2 mil por mes para realizarse estudios en algunos de los tres ecógrafos, el densitómetro, los dos equipos de rayos o el mamógrafo de última generación (“tenía planeado comprar el tomógrafo, hasta que el dólar se fue a 40 pesos…”).
“Siempre digo que soy una gran remadora de historias, y hoy puedo decir que me siento súper feliz, con mi hija Ana Clara trabajando conmigo y con una filosofía que en la medicina se fue perdiendo, y que es la calidez y la dedicación al paciente. Siempre recibimos a quien viene con un beso, un apretón de manos, somos muy cordiales en el diálogo porque hay algo claro: quien viene acá no viene porque quiere sino por una necesidad, entonces no podemos ser nosotros un problema más sino que estamos para solucionar un problema. Es importante que el paciente se sienta contenido, que el ambiente sea cálido, apostamos a eso. Siempre hay que ponerse en el lugar del otro, tener un poco más de empatía que creo que es algo que se ha ido perdiendo en nuestra profesión”.
Rol social.
En el edificio hay cuadros pintados por la misma Adriana. Hay un jardín vertical que es el “gran gusto” que se quiso dar, hay paredes con palabras de calidez, hay un ambiente amigable. Y hay aspiraciones también de convertir a María Mater en un lugar de encuentro social, por eso “en una de las salas la idea es brindar clases para la comunidad; un curso de RCP por ejemplo. O una muestra de fotos, que esto tenga un movimiento social, que tenga otra vida más allá de ser un instituto de medicina”.
Adriana insiste sobre el concepto “de rol social” que tienen quienes desarrollan las distintas ramas de la medicina. Y sobre el esfuerzo que le significó a ella y a su familia cumplir sus deseos. “Somos agentes sociales, estamos para desempeñar un rol social, yo me siento una mano que sirve para algo y no podría hacer otra cosa: primero porque luché muchísimo para ser médica. Tenía apuro por recibirme porque no tenía un peso, con mis tres hermanas acá, fue bravo”, resalta quien una vez por mes viaja a Macachín para hacer ecografías de control de embarazo (“cuando yo necesité de Macachín, estuvo ahí; entonces ahora que Macachín necesita de mí porque ese servicio no está, yo se lo tengo que devolver”).
Para la responsable de María Mater está claro cuál es el rol que eligió cumplir. “Mi mamá me dice que soy como un tractor y un poco soy así, me pongo una meta y voy con todo. Yo creo que uno tiene un rol en la vida y lo agarrás o no. Yo decidí agarrarlo con mucha firmeza y dedicación, hoy falta mucha humanidad, y la gente necesita hablar. Somos un equipo de trabajo entonces el que viene no viene a comprar un par de zapatos, el que viene necesita un estudio pero también necesita contención”.

 

Un dolor ya sanado
Durante la charla Adriana no abandona nunca esa sonrisa amable y contagiosa, aunque también deja lugar a las lágrimas, por la emoción o por los recuerdos no tan buenos. “Que me hayan dejado de pupila en el María Auxiliadora a los 5 años fue muy duro para mí, aún hoy lloro cuando lo cuento y recién ahora me amigué con mi historia. Estuve mucho tiempo enojada, no entendía cómo mi mamá me pudo haber dejado, tan chiquita, en un edificio frío, sin calefacción, con tanta gente desconocida. Pero eran otras épocas, ella pensó que era lo mejor. Hoy perdoné toda esa historia y creo fue necesario para llegar acá. Lo que no te mata te fortalece, dice el dicho. Es lo que te toca en la vida. Le reproché muchísimo a mi mamá y la pasé horrible, pero hoy todo está sanado”. Fuente La Arena

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