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18 de mayo de 2020

El pampeano que transmitió con «una mesita y un teléfono»

El periodista pampeano Carlos Alberto Legnani, el decano de los especialistas de automovilismo en la radiofonía argentina, trasmitió el histórico triunfo de Carlos Reutemann en el Gran Premio de Mónaco 1980,

El periodista pampeano Carlos Alberto Legnani, el decano de los especialistas de automovilismo en la radiofonía argentina, trasmitió el histórico triunfo de Carlos Reutemann en el Gran Premio de Mónaco 1980, solamente «con una mesita y el teléfono», desde los boxes del circuito callejero de Montecarlo.
A cuarenta años del recordado éxito del santafesino en la Fórmula 1, Caíto Legnani narró la particular manera en la que llevó las alternativas de la carrera para «Campeones», que se transmitía por Radio Splendid.
«Viajé solo, sin apoyo logístico y técnico. Llegué la noche anterior, desde Niza, en tren hacia el Principado. Trasmití desde boxes, con una mesita y un teléfono», describió a Télam el periodista pampeano al recordar aquel día que quedó en la historia.
Con un bagaje de 50 años de trayectoria en emisiones radiales, el oriundo de Winifreda reveló haber observado «uno de los triunfos más emocionantes» de la carrera del Lole en la máxima categoría automovilística.
«Estuve en 11 de las 12 victorias de Reutemann en Fórmula 1. La de Mónaco fue una de las mejores porque no tenía auto para ganar», indicó en referencia a que el Williams número 28 asomaba con inconvenientes en la caja de cambios.
«Todas las peripecias que viví para llegar a Montecarlo se compensaron porque viví una de las mejores sensaciones en mi carrera periodística», reconoció Legnani, quien agregó que en la zona de boxes pudo sacarle «algunas impresiones» al hoy Senador de la Nación.
«Todos sabemos de la parquedad y la frialdad del Lole, pero ese día lo noté muy conmovido», evocó el periodista, que también destacó la camada de pilotos que interactuaron junto al santafesino en una época «en la que la Fórmula 1 presentaba 15 candidatos a ganar por carrera, por la paridad que había».

Straimel.
Por otra parte, Télam también recogió el relato de Néstor Straimel, quien vivió esa competencia como enviado especial de la revista El Gráfico. El también ex navegante de Rally de figuras de la talla de Jorge Raúl Recalde y Rubén Luis Di Palma, entre otros, contó que el triunfo adquirió «un valor superlativo» porque Reutemann «tenía prácticamente empañada» la visera del casco, a causa de la lluvia.
«Cuando hablé con él (Reutemann) en el motorhome de Williams me dijo eso», reveló. «Llevó el auto con la punta de los dedos para no golpearse con las vallas de contención», agregó el periodista que disfrutó con «una tarea especial», a partir de la resonante victoria.
«No me costó nada teclear 16 páginas para El Gráfico, pero hoy sería más fácil con la existencia de Internet y la tecnología actual», admitió.
«Reutemann era tan detallista que no quedó del todo conforme», apuntó Straimel, quien también evocó una anécdota que pocos conocen respecto del «Lole» y aquella victoria en Montecarlo.
«Como había visto que no había estado bien ese domingo, al lunes siguiente de la carrera se fue de nuevo al circuito y practicó largadas con el Williams», sostuvo el periodista.

Bajo la lluvia.
Carlos Reutemann vivió una de sus mayores satisfacciones profesionales en la Fórmula 1 cuando hace 40 años se adjudicaba el Gran Premio de Mónaco, bajo la lluvia y a bordo de un Williams que no resultaba lo suficientemente confiable.
Quizá no tuvo la contundencia del triunfo alcanzado en Río de Janeiro ni tampoco una soberbia clase de manejo como la brindada en Brands Hatch, ambos en 1978 y sobre la Ferrari 312 T3. Pero ese éxito en el trazado callejero del Principado, en Montecarlo, sirvió para dejar atrás la sequía de casi 20 meses sin sonrisas.
Aquel domingo 18 de mayo de 1980 entregó -si se quiere- un ganador sorpresivo, porque el propio santafesino, una vez bajada la bandera a cuadros tras las 76 vueltas de rigor, confesó que no podía acceder a la victoria «si no se quedaban» tanto su compañero de equipo, el australiano Alan Jones (Williams), como el francés Didier Pironi (Ligier).
Lole Reutemann partió en la segunda posición en el marco de una competencia que mostró una accidentada largada, con el despiste por los aires del irlandés Derek Daly (Tyrrell), que quedó fuera de acción con apenas 300 metros transitados, al igual que Jean Pierre Jarier (Tyrrell), Alain Prost (McLaren) y Bruno Giacomelli (Alfa Romeo).
En el tramo inicial de la carrera, el segundo piloto de la escudería británica por ese entonces financiada con capitales saudíes se mostraba expectante en el tercer lugar.
Reutemann, hoy con 78 años, admitió -horas después- en nota concedida a la revista El Gráfico que intentar sobrepasar a los dos colegas que lo precedían (Pironi-Jones) «hubiera sido una locura».
«En este circuito (por Montecarlo) es imposible. Además tuve el presentimiento de que Pironi no se exprimía al máximo. Vi como Alan (Jones) lo buscaba por todos lados y no podía pasarlo», confesaba el después gobernador de la provincia de Santa Fe (1991-1995; 1999-2003).
El primer golpe de escena se dio en la vuelta 24 con el abandono de Jones por el diferencial roto de su Williams FW07. El santafesino quedaba segundo, a 2s.5/10 de Pironi.
El Ligier del piloto francés parecía encaminarse a la segunda alegría consecutiva (venía de ganar en Bélgica) pero la lluvia, involuntaria protagonista, le otorgó otro desenlace a la historia.
Cuando los vehículos transitaban por la vuelta 55, Pironi sintió que se le escurría entre las manos esa soñada victoria, cuando golpeó contra el guard-rail, a la salida de la curva del Casino. «Patinó en la lluvia», explicó Reutemann, que manejó las últimas 20 vueltas con extremo cuidado.
«La segunda y tercera marchas no entraban bien. La goma trasera izquierda empezó a desinflarse y al auto le faltaba un poquito de equilibrio», relataba el santafesino, respecto de las dificultades que atravesó en el tramo final de una histórica carrera.
El francés Jacques Laffite (Ligier) estaba demasiado lejos (a más de un minuto), pero Lole jamás pensó en cambiar los neumáticos, ni siquiera por la pertinaz llovizna que mojaba las calles monegascas.
«No iba a parar a cambiar las gomas de ninguna manera. Sabía que habían trascurrido las tres cuartas partes de la carrera y que los organizadores deberían pararla si llovía más fuerte», explicaba el argentino. Entonces, el triunfo llegó después de más de 115 minutos de manejo sobrio. Y el santafesino se sintió Príncipe por una tarde. (Télam)

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