“Chocolate” Baley, la vida del campeón del mundo que no olvida sus raíces
Por Leandro Grecco
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En Argentina hay 44 medallas para 43 jugadores. Se trata de quienes se consagraron campeones en los dos Mundiales de Fútbol, donde la celeste y blanca se impuso en las respectivas finales de 1978 y 1986 con un único jugador que se repite entre ambas nóminas: Daniel Alberto Passarella, quien fue el emblema en el primer título y miembro de la delegación en el segundo, donde no participó por problemas de salud.
No obstante, entre todos ellos aparece un nombre: el del arquero Héctor Baley, quien formó parte del plantel de César Luis Menotti en la vuelta olímpica que el combinado nacional dio como país organizador. “Chocolate” nació en Ingeniero White y es el único de estos pagos que ostenta el privilegio de haberse consagrado en la disciplina que más pasiones despierta entre los argentinos.
Radicado en Córdoba hace décadas, no olvida sus raíces. Aquella infancia con aroma portuario donde la felicidad lejos estaba de los bienes materiales, una carrera plagada de gratas sorpresas, el retiro y los años posteriores alejados de la pelota hoy lo tienen estabilizado, feliz y sereno. Pero por sobre todo, su capacidad debajo de los tres palos, le permitió aún hoy ser parte del grupo selecto que pudo acariciar la Copa del Mundo. Y nació acá…
“Nací en Ingeniero White en 1950, en tiempos en los que la localidad vivía una realidad absolutamente diferente a la actual. Si bien ahora hace dos años que no la visito, tengo los mejores recuerdos de la antigua cancha de Comercial, su pileta, el campo detrás del club donde íbamos a cazar, el muelle donde acudíamos a pescar, un lugar emblemático como la casilla colorada. Hoy muchas de esas cosas, en el mejor de los casos han cambiado su fisonomía y en otros ni existen más”, sostuvo Baley, en una videollamada que aceptó con gusto y sin dudar apenas LA BRÚJULA 24 se la propuso.
Con relación a esa etapa de la niñez, describió: “Mis primeros años los viví en calle Avenente, a una cuadra de la casa del hoy doctor Norberto Antozzi, uno de los grandes amigos que tengo en la vida. Con ‘Petaca’, como lo apodamos, compartíamos los mismos gustos, fuimos compañeros de divisiones inferiores, con Hugo Greco también tengo infinidad de anécdotas porque fue otro gran amigo que la vida me dio. Una infancia marcada por la pelota de trapo, donde jugar en la calle era sinónimo de un crecimiento sano y alejado de los aspectos negativos que rodean a los chicos de hoy”.
“La única forma que me gustaba agarrar la pelota con la mano era para jugar al básquet. Como arquero jamás me sentí cómodo, siempre disfruté de jugar al centro, fui al arco por mi papá. Éramos cuatro hermanos varones: “Bocha”, “Cacho”, Horacio y yo y ninguno quería ocupar ese puesto en la cancha, así que un día me cansé y accedí a pararme debajo de los tres palos. Así fue que nació toda esta carrera, más allá de que al día de hoy sigo pensando lo mismo de esa función dentro de un equipo, que no colmó nunca mis expectativas”, recalcó “Chocolate”, admitiendo una sensación que solo sus íntimos conocían.
Tal es así que lanzó otra confesión: “Te digo más, disfruto muchísimo más de una carrera de automovilismo, sea nacional o internacional, que de mirar un partido de fútbol. Hoy puedo decir que fui arquero solo para darle el gusto a mi viejo que era director técnico de la Séptima de Comercial y fui dirigido por él. Jugábamos un partido yo y otro “el Toro” Quiroga, que también hizo una gran carrera, en un equipo donde estaban Antozzi, Juan Carlos y Francisquito Nani, Beto Alonso, Decker, Aveldaño, todos jugadores con una proyección muy interesante”.
“Hasta que llegó el primer golpe de efecto en mi carrera futbolística. Un preparador físico que vivía cerca de la cancha de Tiro Federal tenía un familiar en Estudiantes de La Plata, de apellido Aragón, que hizo los contactos para que me vieran a mi y a Juan Carlos Nani. Todo se dio muy rápido, casi de un día para el otro, mientras corría el mes de enero de 1968, con apenas 18 años. Imaginate que en ese entonces no íbamos ni a Bahía Blanca, nos la pasábamos pescando en White, por eso es que era toda una aventura armar las valijas y viajar a casi 700 kilómetros de distancia de casa”, añadió.
El guardameta que compartió Selección con Maradona rememoró que “lo único que me ayudaba era que “Petaca” se había radicado allá para estudiar Medicina y lo iba a visitar. Con una valijita en la que puse tres o cuatro cosas, enfilamos para La Plata en un auto con una persona que nos llevaba desde acá. Nos alojaron en un hotel y al otro día fue la prueba. Recuerdo que antes de esa segunda jornada estábamos en el hotel con Juan Carlos y conversando nos planteábamos hacer las cosas mal para regresar a casa. Fuimos a esa práctica y, una vez finalizada, yo quedé y él se volvió”.
Sobre la consecuencia que tuvo llegar a lo máximo que cualquier chico soñaba, resaltó que “cuando me preguntan si yo pensaba alguna vez llegar al profesionalismo, respondo que ni de casualidad lo tenía como objetivo y menos aún ser parte de la Selección Argentina. Más allá de las condiciones que uno pueda tener, siempre hace falta una ayudita, que te toque la varita mágica para premiar el esfuerzo y eso fue lo que terminó pasando conmigo”.
“Viví en un primer momento en una pensión, pero luego, Estudiantes de La Plata había hecho un acuerdo con matrimonios que nos daban alojamiento y comida en sus casas. Era espectacular cómo vivíamos, una experiencia que también vivió Vicente el “Tano” Pernía que ya en ese entonces era un fanático por los autos, Daniel Romeo, el “Bambi” Flores, Oscar Pezzano, entre otros. Estábamos a tres cuadras de la cancha y hacíamos de cuenta que estábamos en nuestra casa, porque nos atendían de maravilla. Esa fue una de las claves por las que la institución se convirtió en el gran semillero de aquella época”, aseveró el “1” más destacado de la historia de la ciudad.
Una afirmación pinta de cuerpo entero a Baley: “Para que te des una idea de cómo vivía el fútbol, me enteré de todos los títulos que gané recién hace tres años gracias a unos periodistas platenses que me hicieron una nota. Yo solo tenía recuerdo de haber dado la vuelta olímpica con Independiente y en el Mundial de 1978, pero sin embargo tenía dos Copas Libertadores porque figuraba en la lista de buena fe de Estudiantes como tercer arquero y un título Intercontinental luego de la final ganada al Manchester United”.
“Más allá de que fui dirigido mucho tiempo por Menotti en la Selección, también compartí mucho con Bilardo, porque una vez por semana hacíamos fútbol con la Primera que dirigía Osvaldo Zubeldía y a la que le ganábamos siempre. Allí, además de Carlos, había jugadores de excelente nivel como Pachamé, Madero, Poletti y Juan Ramón Verón. Cuando este último deja de jugar, lo tuve casi un año de técnico, hasta que me surgió la posibilidad de ir a Colón de Santa Fe por un convenio entre ambos clubes, donde íbamos los que firmábamos el primer contrato”, opinó, sobre la impronta de glorias de este deporte.
Pero se detuvo en el DT campeón en México 1986: “La capacidad e inteligencia de Bilardo eran notorias porque manejaba todo, al punto que la conocida ‘ley del offside’ la inventó en Estudiantes de La Plata, el centro al primer palo para que uno la peine y en el segundo entre “la Bruja” Verón a cabecear también fue algo en lo que la institución fue pionera gracias a un maestro como Zubeldía. Y ni hablar de la famosa aguja para pinchar a los rivales o los tapones altos de los botines para pisar a los adversarios, todo producto de su mente.
“Aprendí muchísimo, crecí como persona en esa institución y fue el lugar donde pude debutar en Primera en 1970, por eso siento que merece el reconocimiento que nunca le pude dar como correspondía. Del Mundial 1978 tengo el mejor de los recuerdos, tal es así que días atrás, con “el Pato” Fillol charlábamos en un vivo de Instagram sobre dos cosas rarísimas que me ocurrieron. Por su culpa estuve dos Mundiales en el banco de suplentes pero gracias a él fui a la Selección porque en 1975, River jugaba la Copa Libertadores y la albiceleste jugaba un partido en Uruguay”, reveló.
Detrás de ello, se escondía una anécdota: “Estaban convocados Fillol, J. J. López, “el Beto” Alonso y Luque. Los tres primeros decidieron quedarse en el club y Leopoldo Jacinto no. Entonces, Menotti lo llama al “Gitano” Juárez, mi entrenador en Colón, y le pregunta por mí. Me cita, me presento en la cancha de Defensores de Belgrano, y al “Flaco” solo lo conocía de haberlo enfrentado cuando dirigía a Huracán. Lo primero que me pregunta es cómo me mandaba a mí siendo que era suplente porque me habían expulsado y suspendido por cinco fechas, a lo cual como castigo estuve varios partidos sentado en el banco. Ahí se inició mi camino en el combinado nacional, gracias a que Fillol eligió aquella ocasión a River por sobre la Selección Argentina, evidentemente me tenía que tocar y me tocó”.
“El momento del retiro no fue nada fácil, tenía casi 38 años y al mes que dejé de jugar me vinieron a buscar Vélez y la Universidad de Chile, pero ya estaba cansado, me costaba ir a las prácticas, más allá de que físicamente todavía estaba pleno. Fue de un día para el otro que tomé la decisión de abandonar la práctica profesional del fútbol. Lo pagué carísimo porque estuve deprimido, bajé 14 kilos y estuve un año encerrado en mi casa sin salir ni siquiera a la vereda. Mi esposa me bancó a muerte, ella es trabajadora social así que le dí mucho laburo (risas)”, aseguró, desdramatizando un momento difícil.
Pero no fue el único: “La pasé muy mal como “el Chapa” Suñé o el propio Ángel David Comizzo, ex arquero de River al que considero como un hijo y al que le advertí que al momento de dejar el fútbol se tenía que preparar porque se terminaban los bellos momentos dentro del vestuario, el pedido de fotos y autógrafos por parte de los fanáticos y las cámaras de televisión que alimentan el ego. Él me decía que estaba preparado, pero cuando llegó el momento de colgar los guantes, lo sintió”.
“Comizzo me llamó al mes de haber tomado la decisión y me dijo que no sabía qué hacer, que se sentía mal y no se imaginaba que iba a ser así. Dejar de hacer algo que uno ejerció durante 20 años y de golpe no hacés más, es muy complejo. Se juntaba a jugar al fútbol con Gabriel Batistuta porque ambos son de Reconquista (Santa Fe) y, más allá de lo económico al ser todas figuras que están salvadas, extrañaba muchísimo”, dijo, sobre un colega que se apoyó mucho en él.Baley tomó el camino que eligen la mayoría del los ex futbolistas: “En mi caso hice el curso de técnico dirigí un tiempo en Talleres de Córdoba, tuve la posibilidad de ser parte del cuerpo técnico de Racing de Córdoba en el Nacional B y en el Argentino A también tuve una experiencia en la que enfrentamos a Villa Mitre. Pero después desistí, porque en esta provincia se le echa la culpa al porteño que viene y consigue trabajo, pero la culpa es del propio cordobés que no le da posibilidades a un coterráneo”. “Trabajé cuatro años como contratado y otros cuatro como Director en la Secretaría de Deporte en el municipio de Córdoba durante la gestión de Luis Juez, con el que hicimos un gran trabajo porque hoy la ciudad tiene diez polideportivos y le da mucho trabajo a la gente, además de priorizar la labor en accesibilidad para personas con discapacidad”, destacó “Chocolate”, sobre su desempeño en la gestión pública.
Ya en el tramo final, el whitense se adentró en su presente: “Hoy, un día en mi vida se ve atravesada por esta bendita pandemia, porque me cambió la rutina, más allá de que no soy de salir mucho, pero siempre disfrutaba de ir a pescar a San Nicolás y a Paraná. Por el Covid, solo caminaba una hora y media a la noche y durante los meses de mayor confinamiento, aproveché la terraza de mi casa para hacer una huerta”.
“Actualmente, voy al gimnasio a las 7:30, hago cinta y después pesas, pero debo admitir que gran parte de mi tiempo lo dedico a mi nieta, vivo para ella y mis hijos, porque el fútbol me dio muchísimo, pero me quitó un montón porque me perdí la crianza de Jonathan y Ayelén, entonces trato de vivir esa experiencia con ella que está por cumplir siete años, con una mentalidad diferente a la de los niños de otra época porque hoy manejan el celular y el televisor para mirar Netflix. Y pensar que a mis 18 quería irme de La Plata porque extrañaba”, agregó.
Sobre si siente que alguien está en deuda con él sobre la ausencia de un verdadero reconocimiento, fue tajante: “En Córdoba me han tratado con respeto y cariño y en White jamás necesité que me hagan un homenaje porque nos conocemos todos. Siento que hubo referentes brillantes, por ejemplo, en el básquet de Bahía como Ginóbili, Espil, “el Loco” Montenegro, Montecchia, toda una banda que hizo tanto por el deporte y no tienen el reconocimiento que se merecen”.
Soy feliz yendo a White y más aún cuando me encuentro con ‘el tío Petaca’. Iba al consultorio un 22 de diciembre y cuando me veía, acomodaba los horarios para que vayamos a cazar o pescar, esa era nuestra vida. Agradezco infinitamente el reconocimiento que tiempo atrás me hizo Comercial, me tocó muy profundo en el corazón y seré un agradecido a la institución porque gracias a ese club llegué donde llegué. Hoy, se necesita mucho del apoyo de la gente para que estas entidades puedan mantenerse en pie”, cerró.
Si algo caracteriza a Bahía Blanca y las localidades que comprenden a todo el partido es el notable aporte de materia prima, capital humano para ubicar al país en los primeros planos del deporte internacional. Es altamente probable que a “Chocolate” no se le haya otorgado el lugar que merece en el bronce del fútbol de la ciudad. Una pizca de esa deuda se salda con este humilde homenaje y, en un año donde Qatar está a la vista, siempre es positivo conservar en la memoria a los que hicieron historia.Fuente La Brújula 24
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