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CULTURA

28 de noviembre de 2016

Magdalena Nelson de Blaquier

Acaba de morir, el 27 de noviembre, a los 100 años y cuatro días. Viuda de Juan José Silvestre Blaquier Elizalde

El año de gracia de 1916 en la benemérita ciudad de Santa María de los Buenos Ayres fue la primera bisagra política en tiempos modernos. Llegó al poder el radical Hipólito Yrigoyen –vicepresidente, Pelagio Luna– por casi 400 mil votos: derrota de las fuerzas conservadoras y triunfo de las clases populares…Y once días después, el 23 de noviembre, llegó al país y al mundo Magdalena Nelson Hunter, luego "de Blaquier", que acaba de morir, el 27 de noviembre, a los 100 años y cuatro días. Viuda de Juan José Silvestre Blaquier Elizalde(1915–1959), descansa en la Recoleta desde el mediodía del 28.  Si bien nació en pleno Centenario de la Independencia –todo un año de recordación patriótica–, no rodeó su cuna la misma ruidosa algarabía del Centenario de la Revolución de Mayo (1910). Por "razones fiscales" (eufemismo por "no hay un peso"), los fastos fueron mucho más sobrios. Acto central en Tucumán, desfile militar, cien mil turistas, y un episodio policial… Ese mismo 9 de julio, un joven anarquista dispara contra el presidente Victorino De la Plaza, que está en el centro del palco. La bala no da en el blanco, el anarquista es detenido, pero De la Plaza ordena su libertad: "Sin duda se trata de un enfermo", explica.  Pero el episodio no llega al seno de esa familia acomodada de clase media alta, donde Magdalena vio la luz. Su padre,Juan Manuel Nelson era el dueño de la tradicional farmacia Nelson, en Diagonal Norte y Florida, y su madre, Julia Elena Hunter Soler, descendía de una familia rica de Buenos Aires, cuyos antepasados eran dueños de casi todas las tierras de las Barrancas de Belgrano.  Hija del medio de cinco hermanos, "desde muy temprano tuvo que soportar la muerte de sus seres  más queridos. A sus ocho años, un tumor cerebral se llevó a Tatenita, su hermana mayor de apenas once", según relata Soledad Ferrari en su libro Las Blaquier.  "Con la muerte de Tatenita, el departamento de los Nelson, ubicado en Avenida Alvear y Callao, se había convertido en un lugar triste y apagado que se volvió a iluminar cuando Malena conoció al joven más apuesto de Buenos Aires. Se tratataba de Juan José Silvestre Blaquier Elizalde y le decían 'el pibe de oro' porque tenía todo: rico, buen mozo, seductor, jugaba bien al tenis y mejor al polo", sigue la autora.  El amor nació en una fiesta en el Jockey Club. Una semana antes de cumplir la mayoría de edad -el 15 de noviembre de 1937- se casaron en la iglesia de Nuestra señora del Socorro, con una boda transmitida en directo por la radio y una aglomeración de curiosos en la puerta que retrasó el ingreso de la novia, vestida de blanco por la modista más cotizada de la época: Henriette. Fue el acontecimiento social del año.  Hubo gran fiesta, luna de miel en Europa y un primer embarazo a los pocos meses de casada. "Los dolores de parto fueron peor de lo que había imaginado, Malena se juró que no volvería a tener otro bebé, pero después de Mercedes llegaron ocho hijos más", afirma Ferrari.  Juan José Silvestre Blaquier se instaló junto a su familia en su afamada estancia La Concepción, en el partido de Lobos, provincia de Buenos Aires: seis mil hectáreas de tierra fértil, con canchas de polo y lago propio.  Silvestre y Malena vivieron sus años de matrimonio como si fueran eternos novios: viajes a Europa, escapadas románticas a lugares exóticos (con Julia Elena, la madre de Malena haciéndose cargo de los chicos), y regalos deslumbrantes.  Hasta que a mediados de 1959 un fatal accidente volvió a teñir de luto la vida de Mima. Silvestre, que había viajado a los Estados Unidos para traer un avión que recién había comprado, desaparece en aguas de América Central.  "Malena pasa sus días desesperada, tratando de no quebrarse frente a sus hijos (…) El primer mes sin el hombre de la casa fue desolador. Mercedes y Marina, las mayores del clan, acompañan a su madre en la tarea de criar a los más chicos. Malena no podía ocuparse de otra cosa que no fuera encontrar alguna pista que la llevara a Silvestre", describe la autora.  La gente empezó a llamarla "viuda de Blaquier". "No lo den por muerto", exclamaba enojada. Había contratado expertos -radioaficionados, pilotos- para la búsqueda y no perdía las esperanzas.  Pero el 14 de agosto de 1959 todo se derrumbó: en una playa en Panamá encontraron un pedazo de la proa del avión. Y muy cercca de allí un tapado que él había comprado para una de sus hijas y el cuerpo del piloto Juan Carlos Mendevil. Recibió la noticia por teléfono. Solo cuando dejó de llorar sentó a sus nueve hijos en el living de su casa y les dijo: "Papá murió". Tenía 43 años.  Crió a sus hijos -y más a sus hijas- con una premisa clara: "Sean libres". Ella fue la primera en seguirla, como un dogma. Ni la sociedad, ni el qué dirán, ni las ataduras sociales iban a impedirle ser una mujer distinta.  Malena llegaría a ser, según algunos historiadores, también una mujer–bisagra.  Según esos investigadores, en la mujer argentina hay tres épocas: la primera, del Centenario, descripta con fina pluma por Santiago Calzadilla en su libro Las beldades de mi tiempo.  Luego, la mujer de la transición hacia la modernidad, que para muchos fue, casi sin discusión, Magdalena Nelson Hunter de Blaquier. Para todos, "Mima".  Por supuesto, en la tercera ola de mujeres (las súper modernas), figuran a la cabeza la modelo y actriz Ginette Reynal y la diseñadora Concepción Cochrane Blaquier, que la recuerda así:  "La que más me influyó sobre indumentaria fue mi abuela Malena, una mujer que admiro muchísimo. Fue una transgresora, una mujer moderna que rompió muchas reglas de su época. Por ejemplo, jamás guardó luto ni le importaron los tabús. Mima, como le decimos sus nietos, tenía un guardarropa increíble, y tuve la dicha de que me regalara algunas cosas"  Y sigue su íntimo testimonio: "Fue una mujer muy malcriada por su marido: jamás le negó nada, y la dejó vestirse como se le diera la gana… Tenía una fascinante colección de tapados, ¡y ni hablar de sus joyas! Me enseñó a ser una mujer libre. Su consejo eterno: 'Preocupate cuando la gente no hable de vos'".  Ginette Reynal también la evocó en un conmovedor momento de su vida.
"Después de saludar a los que se acercaron a darle el último adiós a mi marido (Nota: el empresario y polista Miguel Pando Soldati, a los 44 años), volví al campo… En una habitación, con la luz apagada, estaba mi abuela Malena, de 95 años. Entré, la saludé (ella tenía Alzheimer), y me preguntó cómo andaba. 'Y…, más o menos', le dije. 'Acabo de enviudar'. 'A ver, prendéme la luz', me pidió. Y entonces me miró, me tomó la cara, y dijo: 'Vení, dame un beso. No te preocupes, ahora vas a ser una viudita alegre'".  En su estancia, La Concepción, no faltaron celebridades ni anécdotas.
Es el 29 de marzo de 1962. Las fuerzas armadas derrocan al presidente Arturo Frondizi. Luego jurará el gobierno títere de José María Guido (civil), y poco después empezará la dictadura del general Juan Carlos Onganía.
Ese día estaba en la Argentina el príncipe Felipe de Edimburgo, consorte de la reina Isabel II.  Los militares habían nacionalizado varias empresas británicas, y se respiraba un fuerte sentimiento contra la Corona. Perseguido por grupos peronistas, antes de abandonar el país se refugió… ¡en la estancia La Concepción, de su amiga Magdalena Nelson de Blaquier!Y a pesar del sofocón… vio un partido de Polo en Camet, Mar del Plata.  "¡Tengo millones de anécdotas de La Concepción!", dice Concepción Blaquier. Y cuenta: "La historia que más recuerdo, que escuché durante mi infancia, es la de la visita del Príncipe Felipe en los años 60, que tuvo un affaire con mi abuela. ¡Si esas paredes hablaran…! Bueno, en realidad no sé si mi abuela tuvo de verdad un romance con el Duque, tampoco nadie lo va a confirmar… Pero esa historia, sea cierta o no, ya es leyenda", finaliza.  Solo la biógrafa norteamericana Kitty Kelly se hizo eco de este rumor en su libro The Royals (1997). "Ese cotilleo es un disparate", rebatió en su momento Malena Nelson. Y aclaró: "La única pasión que comparto con el príncipe es la cría de caballos de polo".  Se fue no sólo una mujer transgresora, de sonoros apellidos y gran fortuna. Eso sería lo de menos. Lo de más es que se fue una privilegiada testigo de los últimos cien años, y con ella, acaso toda una época.

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