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DESTINOS TURISTICOS

4 de septiembre de 2016

SOL, REFLEJOS Y ELLAS LAS BALLENAS

Está reconocido como una actividad que brinda beneficios sociales, económicos y educativos

sustanciales y que está creciendo en todo el mundo (Hoyt 2001). Es una actividad turística única e irrepetible: observar de cerca los comportamientos de las ballenas en su hábitat natural es un verdadero privilegio. Más allá de disfrutarlo, permite aprender sobre estos gigantes en su ambiente natural y comprender la importancia de protegerlos por su gran valor ecológico, social, cultural y económico.

El uso no letal de los cetáceos a través del turismo de avistaje se encuentra en expansión en la mayoría de los países del  undo. Cada vez son más las personas que eligen ver a las ballenas vivas en su hábitat natural. Esta actividad brinda beneficios directos a las comunidades que la desarrollan, y promueve la preservación del patrimonio natural marino. En Latinoamérica, como en muchas otras regiones del planeta las comunidades costeras han encontrado en el Avistaje de Ballenas una fuente inagotable de trabajo, por lo que seguir pensando en comercializar su carne es anacrónico y va contra todo criterio de sustentabilidad a largo plazo.

El turismo responsable de avistaje es mucho más valioso que un “plato de ballena”,  revaloriza los recursos marino-costeros y revitaliza las comunidades en forma integral. 

En la provincia de Chubut, en Argentina , de mayo a diciembre, se pueden observar a las ballenas francas australes que utilizan las aguas costeras de Península Valdés como área de reproducción y crianza. 

La Península es un área natural protegida y en 1999 fue declarada Patrimonio Natural de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).

Las ballenas pueden observarse desde la playa, los acantilados  o en embarcaciones desde la localidad de Puerto Pirámides donde seis empresas ofrecen el servicio de avistaje.

Según el Informe  “Estado del Avistamiento de Cetáceos en América Latina”, publicado en 2008 por el Fondo Internacional para la Protección de los Animales y su Hábitat, Global Ocean y la Sociedad para la Conservación de las Ballenas y los Delfines,  la observación de ballenas se está volviendo vital para cientos de comunidades costeras. La actividad, que no existía hace 40 años, crece a un ritmo de 11,3 por ciento anual desde 1998, tres veces más que el turismo internacional. 

Los observadores de cetáceos llegaron a más de 1,4 millones en 18 países de la región en 2010, y la Península de Valdés es el sitio más visitado, con más de 240.000 personas por año. Le siguen Brasil, donde también se pueden ver ballenas francas, y México donde se avistan ballenas grises, jorobadas, entre otros.  Desde 1998, unos 6,4 millones de personas concurrieron a observar cetáceos en toda la región. 

Argentina es pionera en esta actividad y ha desarrollada una técnica adaptada a las condiciones locales “ Técnica de Avistaje Patagónico” . Hasta el 31 de agosto no se permiten el acercamiento a  madres con crías nacidas de esa temporada, ni maniobras que interfieran entre ellos o con los grupos de cópula, y se debe mantener una distancia de 50 metros respecto de los animales cuando saltan.

Desde el ICB, se destaca la legislación existente para la observación de ballenas francas en Chubut, elaborada en forma participativa entre organizaciones no gubernamentales, operadores de avistaje, instituciones académicas y organismos de gobierno. De todos modos destacamos que el el éxito o fracaso de las normas estará dado por la correcta fiscalización y cada pasajero debe conocer las normas y comprometerse para que se cumplan.  Para ello, desde el ICB se ha elaborado una Guía de Avistaje que se reparte a los visitantes que ingresan a la Peninsula.

 

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